Empecemos por definir qué es salud mental. Para la OMS, salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Definir pues, salud, es incluir estos tres componentes que son interdependientes uno del otro en la vida de toda persona. Recordemos una frase del habla popular, “mente sana en cuerpo sano”. No existe uno sin el otro.

Entonces, ¿Qué pasa si nuestro bienestar se encuentra comprometido?

Pongamos un ejemplo simple: supongamos que una persona es suspendida de su trabajo. Esto le generará estrés, lo que a su vez, producirá un comportamiento irritable, que hará pensar a los demás, que él no es amigable; así que será excluido de las reuniones sociales. Naturalmente, él se sentirá triste porque los demás se alejan de él. Probablemente desarrolle ansiedad, fobias, insomnio, problemas gastrointestinales, etc.

No, no lo es. El simple hecho de vivir en sociedad conlleva un cierto desajuste. Lo cual es aceptable. Sin embargo, cuando un malestar o desajuste se vuelve un problema para la persona, ya sea en su trabajo, familia, escuela y para sí mismo; es un asunto que requiere atención.

El objetivo de los especialistas de la salud mental no es lograr o perseguir un modelo ideal. Eso no es salud. Como especialistas buscamos que la persona logre dicho bienestar en su vida y consigo mismo y éste es diferente en cada uno. Nuestra labor consiste en llevar a la persona a un estado funcional y de bienestar propio.

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